“Cuando Jesús terminó de contar estas parábolas, se fue de allí. Al llegar a su tierra, comenzó a enseñar a la gente en la sinagoga.
—¿De dónde sacó éste tal sabiduría y tales poderes milagrosos? —decían maravillados—. ¿No es acaso el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María; y no son sus hermanos Jacobo, José, Simón y Judas? ¿No están con nosotros todas sus hermanas? ¿Así que de dónde sacó todas estas cosas?
Y se escandalizaban a causa de él. Pero Jesús les dijo:
—En todas partes se honra a un profeta, menos en su tierra y en su propia casa.
Y por la incredulidad de ellos, no hizo allí muchos milagros.”
Mateo 13:53-58 (NVI)
“Hay más en camino. Seguimos levantando nuestras alabanzas incluso cuando estamos rodeados de problemas, porque sabemos que los problemas pueden desarrollar una paciencia apasionada en nosotros, y que esa paciencia, a su vez, forja el acero templado de la virtud, manteniéndonos alerta y despiertos para lo próximo que Dios hará. Cuando estamos en esta expectativa de alerta, nunca nos sentimos defraudados, sino todo lo contrario: ¡No tenemos suficientes recipientes para contener todo lo que Dios generosamente vierte en nuestras vidas a través del Espíritu Santo!”.
Romanos 5: 3-5 (Traducción “El Mensaje”)
Alguna vez te habrá pasado que querías mucho una prenda, ¿un jean, una remera? y cuando la conseguiste, la usaste por un tiempo hasta que te cansaste. Luego la tuviste guardada sin usar durante meses. Tal vez la regalaste.
No importa cuánto deseamos algo, para nosotros, los seres humanos, es muy fácil volvernos familiares con las cosas. Nos acostumbramos a nuestras relaciones, a los objetos materiales, incluso nos volvemos familiares con nuestra fe; vemos a Dios actuar en nuestra vida y hacer milagros a nuestro alrededor, y con el tiempo nos acostumbramos también a eso.
En Mateo 13, la Biblia nos enseña que Jesús no pudo hacer milagros por causa de la incredulidad de la gente. Lo conocían desde pequeño, sabían quién era él y por eso se perdieron de ver todo lo que quería hacer.
Jesús nos rescata de esa vida de incredulidad, de esa vida de familiaridad, y nos lleva a través de sus promesas a vivir creyendo que siempre, aunque no lo veamos, lo mejor está por venir. Pero es nuestra responsabilidad no dejar que la familiaridad e incredulidad nos saquen de todo lo que Dios tiene para nosotros. Él anhela que vivamos sentados al borde de nuestros asientos, con entusiasmo, expectantes para ver lo próximo que va a hacer en y a través de nosotros.
? Oración:
Dios, danos ojos frescos para ver que hay más de ti para nosotros. Que tengamos corazones agradecidos que vean lo sorprendente y lo milagroso a cada paso que damos. Amén.