El protagonista del libro de Daniel es un joven hebreo que había sido escogido junto a tres de sus amigos para servir al rey Nabucodonosor en Babilonia. Estos jóvenes serían preparados para una vida de realeza y formarían parte de la elite del palacio.
«Selecciona solo a jóvenes sanos, fuertes y bien parecidos —le dijo—. Asegúrate de que sean instruidos en todas las ramas del saber, que estén dotados de conocimiento y de buen juicio y que sean aptos para servir en el palacio real. Enseña a estos jóvenes el idioma y la literatura de Babilonia». El rey les asignó una ración diaria de la comida y del vino que provenían de su propia cocina. Debían recibir entrenamiento por tres años y después entrarían al servicio real.
Daniel, Ananías, Misael y Azarías fueron cuatro de los jóvenes seleccionados, todos de la tribu de Judá. El jefe del Estado Mayor les dio nuevos nombres babilónicos (…)
Sin embargo, Daniel estaba decidido a no contaminarse con la comida y el vino dados por el rey. Le pidió permiso al jefe del Estado Mayor para no comer esos alimentos inaceptables.
Daniel 1: 2-8 (NTV)
La intención del rey era comprar la fidelidad de cada uno de estos jóvenes y tenerlos como servidores en el reino. Para eso, el adoctrinamiento de Nabucodonosor se enfocaba en tres áreas. En primer lugar, los tutores cambiaban el nombre de los jóvenes; ya no usarían nombres hebreos sino babilonios. En segundo lugar, los instruirían en su idioma y educación; no solo les darían una nueva identidad, sino que los educarían según su cultura. En tercer lugar, les ofrecían la comida y los privilegios del rey para que se sintieran cómodos con el nivel de vida que llevarían.
Daniel no se opuso al nombre que le dieron, porque él sabía quién era y no le importaba cómo los demás lo llamaran. Tampoco se opuso a la educación de Babilonia, porque sabía en lo que creía. A Daniel no le importó correr ese riesgo. Sin embargo, hay algo a lo que Daniel sí se opuso: comer los alimentos de la mesa del rey, porque eso implicaría un verdadero compañerismo con el sistema cultural de Babilonia.
Es fascinante la vida de Daniel y cómo lideró a lo largo de los años. Pero cuando leemos su historia, podemos encontrar cuatro “C” de liderazgo que lo acompañaron en su proceso de crecimiento y lo llevaron a posicionarse firme en el lugar donde Dios lo levantó, palabras que pueden inspirarnos en nuestro propio liderazgo:
CONVICCIONES
El versículo ocho comienza diciendo que Daniel se propuso no contaminarse con la comida del rey. De la misma manera, en nuestro liderazgo, no podemos actuar sin convicciones correctas. ¿Cuáles son tus convicciones? Yo tengo la convicción de que la iglesia es la esperanza del mundo, por eso entrego mi vida para edificarla. Nadie va a cambiar esa convicción, porque fue formada en mí por las Escrituras. Tengo la convicción de que debo amar a Dios y a las personas. Tengo la convicción de ser un líder genuino. Mi liderazgo está basado en esas convicciones.
Existen pasos muy sencillos que te ayudarán a establecer convicciones:
- Leer la Biblia.
- Meditar sobre ella.
- Orar por lo que has meditado.
- Buscar en Dios que esa verdad se transforme en revelación.
Daniel ya tenía convicciones firmes cuando entró al palacio a los quince años, porque había conocido a Dios.
COMPROMISO
Daniel no solo tenía convicciones, sino que estaba completamente comprometido con ellas. No le importó la cultura del día. Nuestro compromiso debe hablar de nuestras convicciones. Daniel era diferente a los demás, estaba comprometido a no ser como ellos, porque tenía la convicción de representar a Dios en medio de una cultura oscura. Hoy también vivimos en una cultura oscura, y debemos mostrar a Dios en nuestras vidas si queremos marcar una diferencia. Cuando nuestras convicciones son firmes, nos comprometemos con ellas ¿Cómo está tu nivel de compromiso? Si está débil quizás sea porque tus convicciones no son firmes.
CARÁCTER
Las convicciones producen compromiso y el compromiso produce carácter. En el capítulo tres de Daniel, vemos que Nabucodonosor hizo una estatua de oro que reflejaba su apariencia, para que cuando sonara la trompeta, todos en Babilonia tuvieran que doblar sus rodillas y adorarla. Pero Daniel, porque tenía la convicción de no adorar a nadie más que a su Dios, se negó a hacerlo. Daniel tuvo el carácter para pararse firme en medio de una cultura que estaba totalmente vacía de Dios, porque él estaba comprometido con sus convicciones. Tuvo carácter para decir que no, para no doblar sus rodillas, para adorar a Dios cuando todos los demás adoraban a una estatua.
Cuando mantienes tus compromisos alineados a tus convicciones, se produce el carácter correcto que te mantiene firme en medio de cualquier situación. ¿Tienes el carácter necesario para decir no a lo incorrecto y sí a lo correcto? Tus convicciones producirán un compromiso para un carácter que refleje la grandeza de Dios.
CONSTANCIA
Daniel, a lo largo de su vida, sirvió a cuatro reyes en Babilonia. Fue constante en su servicio y en su fidelidad. Él enfrentó varios cambios, varias transiciones de liderazgo a lo largo de su servicio. Pero fue fiel toda su vida. Muchas veces somos fieles por un momento, pensando que nuestra fidelidad fugaz abrirá las puertas de un mejor momento. Y si no se abren, dejamos de ser fieles. De esa manera reducimos nuestra fidelidad a momentos, cuando un liderazgo que refleja a Dios de la manera correcta es un liderazgo de por vida. Nuestra fidelidad se ve en cada instante de nuestras vidas, en cada situación, en cada temporada.
Es súper interesante que Daniel fue constante en su fidelidad y sirvió sin intereses personales. Pero solamente llegamos a la constancia cuando tenemos convicciones y estamos comprometidos con ellas; entonces esas convicciones producen carácter, y ese carácter nos lleva a un nivel de constancia en que el mayor desafío de nuestra vida no va a sacudir nuestra fe, no va a desafiar nuestra fidelidad, porque sabemos quiénes somos, en quién creemos, a lo que fuimos llamados.
Daniel sirvió hasta su vejez a cuatro reyes distintos en Babilonia. No le importaron las transiciones de liderazgo. No le importaron los cambios de decisiones de aquellos reyes, porque su fidelidad fue hacia el reino, a pesar de que no era el suyo. Reconoció que Dios lo había posicionado ahí para que muchos pudieran reconocerlo.
Cuando vives con Convicciones, el Compromiso con ellas producirá Carácter, y ese carácter te llevará a ser Constante durante todas las épocas de tu vida.