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Día 17 - Una casa llena de fe

Nov 20 2020

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La Biblia nos cuenta sobre un soñador de 17 años de edad que tuvo un sueño descabellado. Y para él, ese fue solo el comienzo.

Yo tenía grandes sueños a los 17 años de edad. Te apuesto a que tú también. Pero más importante que eso, ¿cuáles son tus sueños ahora?

Creo que la habilidad de soñar es uno de los mayores regalos de Dios. Así que déjame preguntarte nuevamente: ¿Qué estás soñando? ¿Sueñas con cosas que van más allá de ti?

¿Alguna vez has escuchado el dicho: “Si le apuntas a nada, le atinarás siempre”?. De la misma manera, si apuntas a un objetivo, puede que no le des en el blanco, pero al menos llegarás lo más cerca posible. Aunque solo el 80% de tus sueños se vuelvan reales, sigue siendo mejor que nada.

La verdad es que deberíamos apuntar a la luna. Dios te dio la habilidad de soñar, crear, e imaginar infinitas posibilidades. En muchas formas, soñar es como tener fe, y el tamaño de tu sueño puede estar directamente relacionado con lo que tú crees que Dios puede lograr. En mi opinión, si estás soñando con algo que tú puedes lograr por tu cuenta, ¡estás soñando demasiado pequeño! Los sueños del tamaño de Dios son sueños que solo pueden lograrse cuando ponemos nuestra fe en el Creador, aquel que conoce el inicio y el final y desea que nuestro futuro esté lleno de esperanza y abundancia. Tanto potencial muere a falta de un sueño audaz.

Los sueños se presentan en varias formas. Puedes soñar conscientemente cuando tienes aspiraciones para tu futuro; y puedes soñar físicamente a través de visiones al dormir. Yo creo que Dios puede hablarnos en ambas formas. Soñar es importante, tus sueños se convierten en tu destino. Así que si no tienes un sueño, estás limitando tu destino.

Te animo a soñar sueños grandes, que te asusten, y sean descabellados. El tipo de sueños que haría reír a las personas si los escucharan. Y para ti, al igual que para José, ese sueño será tan solo el comienzo.