El factor generacional es interesante. Un minuto eres joven y vibrante, con el mundo por delante, y luego, al minuto siguiente, eres de alguna manera mayor, mirando a una nueva generación que es joven y vibrante con el mundo por delante. Cualquiera que tenga más de cuatro décadas bajo la manga, sabe exactamente de lo que estoy hablando.

La separación generacional sucede, pero no estoy convencido de que así sea como Dios quiso que fuera la vida. Si no somos conscientes y cuidadosos, la sociedad se encontrará haciendo divisiones poco saludables, que tengan varios grupos de edad que rara vez se mezclen, rara vez socialicen, rara vez se aprecien verdaderamente unos a otros, y rara vez trabajen juntos por el bien de los demás.

La vida de la iglesia, si no tenemos cuidado, también puede caer en la misma trampa, donde los jóvenes solo involucren a los jóvenes y los adultos solo a los adultos.

En Marcos 2:22, la Biblia habla de odres. En esencia, dice que el “vino nuevo” (nueva vida, nueva unción, nueva oportunidad, nuevas generaciones) necesita un odre nuevo. Las viejas formas de hacer las cosas pueden haberle servido bien a la generación anterior, pero las nuevas generaciones requieren nuevas formas. La verdad y los principios eternos nunca cambian, pero los métodos a menudo deben repensarse y reinventarse.

Dios es completamente generacional. Las generaciones le importan y ha diseñado la vida para que sea larga y bendecida con historias y sabiduría, lecciones y errores, testimonios y legado que se transmiten de generación en generación, para que cada una pueda fortalecerse. El Salmo 145 habla de generaciones que derramaron la fama de su gran nombre. Con toda honestidad, si todos pudiéramos entender esto, el mundo sería un lugar mejor.