“No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús”.
Filipenses 4:6-7 NVI
Todo lo que Dios va sembrando en nosotros mientras caminamos a su lado, nos lleva a conocerlo más. Nos va revelando su carácter y su corazón. Es en ese caminar donde podemos entender que él es amor: amor infinito que en nuestra humanidad nunca llegaremos a entender en su totalidad. ¡No hay nada ni nadie que nos pueda amar más que él! Y su amor incluye a cada persona; es amor infinito para todos. Desde ese lugar podemos entender con más claridad el sacrificio de Jesús en la cruz por nosotros: ¡Él ya nos amó! ¡Él ya nos amaba!
Aun en nuestros momentos más oscuros, Dios nos sigue amando infinitamente, demostrándonos que no hay nada que podamos hacer para aumentar o disminuir su amor por nosotros. En cada momento y circunstancia, aunque no podamos ver vida o futuro ante nuestros ojos, Dios tiene el poder de transformar todo para nuestro beneficio, enseñándonos una y otra vez que nos ama apasionadamente.
Ahora podemos descansar en completa paz porque no se trata de nosotros o de lo que podamos hacer, sino de su infinito amor. La paz de Dios es una paz que nos cuida, una paz que es activa, una paz que es una persona y su nombre es Jesús. Su paz es más que un estado de ánimo; es una verdad activa que quiere guardarnos de todo problema, duda, ansiedad y depresión.
Animémonos a vivir en esa paz que no es circunstancial, sino que está anclada en la persona de Jesús, en su amor por nosotros y en su palabra.
Oración: Padre gracias por tu amor incondicional y tu abrazo en cada temporada. Te pido que me ayudes a poner mi confianza en ti siempre, a poder descansar en ti y en tu infinito amor por nosotros. Dame esa paz inexplicable que solo tú sabes dar y ayúdame a ver cada situación a través de tus ojos. Amén.