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“Pondré enemistad entre tú y la mujer, y entre tu simiente y la de ella; su simiente te aplastará la cabeza, pero tú le morderás el talón”.

Génesis 3:15 NVI

“Movido por el Espíritu, fue al templo. Cuando al niño Jesús lo llevaron sus padres para cumplir con la costumbre establecida por la ley, Simeón lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios: «Según tu palabra, Soberano Señor, ya puedes despedir a tu siervo en paz. Porque han visto mis ojos tu salvación, que has preparado a la vista de todos los pueblos: luz que ilumina a las naciones y gloria de tu pueblo Israel»”.

Lucas 2:27-32 NVI

“Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él”.

Juan 3:16-17 NVI

“Nosotros amamos porque él nos amó primero”.

1 Juan 4:19 NVI

¿Te has detenido a pensar que Dios ya tiene una solución para los problemas de la humanidad?

Al principio de la creación, cuando el hombre y la mujer fueron engañados y pecaron y desobedecieron a Dios, Dios mismo ya había trazado un plan de salvación. Dios dijo a la serpiente que engañó al hombre y a la mujer: “Pondré enemistad entre tú y la mujer, y entre tu simiente y la de ella; su simiente te aplastará la cabeza, pero tú le morderás el talón”. La palabra descendencia en hebreo significa literalmente “semilla”. En otras palabras, Dios estaba sembrando la salvación en la humanidad.

Hoy entendemos que esta semilla de salvación es Jesucristo. Es en Jesucristo donde encontramos nuestra salvación. Juan 3:16-17 dice: “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él”.

Antes de que nosotros amáramos a Dios, él nos amó a nosotros. Antes de entregarnos a él, él se entregó. La semilla de la salvación fue sembrada en nosotros para cosechar los frutos de la vida eterna.

Sea lo que sea lo que enfrentemos hoy, Dios ya tiene una solución. Así como Cristo se entregó por nosotros, nosotros también podemos entregarnos a él, y así viviremos la verdadera vida que él tiene para nosotros.

Oración: Padre, gracias por sembrar tu salvación en mí. Gracias por tanto amor, cuidado y afecto por mi vida. Te agradezco que ya hayas preparado una solución para los desafíos que enfrento. Gracias por Jesucristo y por el camino de paz que has preparado para mí. ¡Amén!