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Vivimos en días de gracia, y las palabras que prevalecen sobre la invitación del evangelio de la iglesia hacia el mundo deberían ser “Ven tal como eres, eres bienvenido aquí”. Habiendo dicho eso, la gracia nunca nos dejará donde estamos, sino que siempre empezará el trabajo de transformarnos a su semejanza.

“Tú perteneces aquí” son palabras definitivamente dentro de la estructura del ADN de la fe. No hay cláusulas de exclusión en la invitación del cielo, y todas las personas deben saber que pertenecen. El color, el credo, la cultura, el trasfondo, la persuasión, el pecado o las fallas pasadas de una persona no deben excluirla de descubrir su valor personal y su verdadera personalidad en Cristo. Lamentablemente, no todos los que profesan el cristianismo piensan así. No hablo de comprometer aquello que es bíblico y puro (porque la última página de la Biblia sí dice que aquello que no es santo no entrará en el cielo), pero hasta ese día notable, el tenor de las Escrituras está lleno de gracia salvadora hacia el pecador. Nuestro mandato es cruzar cada división con la misma compasión que Cristo y, luego, amablemente, apuntar a las personas a quien es capaz de revelarlo todo. La redención está en curso, así que dejemos que Dios redima mientras nosotros amamos.