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Visión

La iglesia que ahora veo

La iglesia que ahora veo es una iglesia global. Veo una familia global: una casa con muchas habitaciones, llevando a cabo una visión unificada. Veo una iglesia apostólica en su llamado y visionaria en su naturaleza; comprometida a impactar con valentía a millones para Cristo en ciudades importantes y en naciones de toda la tierra con la mayor de las causas: la causa de nuestro Señor Jesucristo.

Veo una iglesia que impulsa la causa de las iglesias locales allá donde estén; animándolas a ser todo lo que Dios las ha llamado a ser. Una iglesia que se niega a conformarse con los triunfos del pasado y, que constantemente mira hacia el futuro, llena de una visión que inspira e influencia a muchos.

Posicionada en el corazón de la cultura, en grandes y en diversos centros urbanos, veo edificios con dificultades por contener el crecimiento de todo lo que Dios está haciendo; ocupando terrenos y lugares que son milagrosamente provistos e imposibles de ignorar.

Veo una iglesia que es lo suficientemente grande para soñar a escala global, pero que a la vez es tan personal que todo el mundo puede encontrar su lugar en ella. Veo una iglesia que llama con un “BIENVENIDO A CASA” a todo hombre, mujer y niño que cruza sus puertas.

La iglesia que veo es una iglesia que adora, cuyas canciones reflejan tanta pasión por Cristo que muchos notan su magnificencia y poder. Un sonido inconfundible y distinto que emana de una iglesia sana, con un espíritu contagioso – creando música que resuena en pueblos y tribus así como en grandes ciudades y naciones.

Veo una iglesia que está constantemente innovando: una iglesia que lidera en la comunicación de un mensaje que no cambia a través de los medios de comunicación, vídeos y tecnología. Una iglesia con un mensaje que llega a las personas de todo el mundo a través de las pantallas de televisión, llevando a Jesús a hogares, palacios y cárceles por igual.

Veo una iglesia con un Instituto de Liderazgo de primera clase que levanta, equipa y capacita a generaciones de líderes jóvenes y ungidos de todo el mundo. Graduados que sirven a Dios en todas las áreas de la sociedad, llamados a ser sal en la tierra con ministerios e iglesias dinámicas por todos los continentes del mundo.

Veo una iglesia agraciada con muchos líderes “únicos en su generación”, con dones naturales, espiritualmente fuertes y genuinamente humildes. Líderes que están dispuestos a pagar el precio de impactar a ciudades y naciones con grandes iglesias que glorifiquen a Dios.

Veo una iglesia cuyo liderazgo está unido en su compromiso por la autenticidad, credibilidad y calidad del corazón de la iglesia. Líderes que se atreven a ser ellos mismos y, a la vez, viven seguros sabiendo que “aquello de lo que son parte es más grande que la parte que ellos aportan”.

Veo una iglesia comprometida con una red innovadora que conecta a cientos de miles de pastores y líderes, y los equipa para florecer. Una red comprometida a la unción apostólica de líderes que estén desesperados por ver a la iglesia de Jesús levantarse para vivir toda la vida que hay dentro de ella… su gloriosa Iglesia.

Veo iglesias con un mismo espíritu en ciudades de influencia que ejemplifican la fidelidad en carne y hueso. Iglesias con la provisión sobrenatural de edificios y propiedades que se levantan como faros de luz que traen gloria a Dios y esperanza a la humanidad.

Veo una iglesia que ama a Dios, ama a las personas y ama la vida. Joven en espíritu; generosa de corazón; llena de fe en su confesión; llena de amor en su naturaleza e inclusiva en su expresión.

Sí, la iglesia que veo está comprometida a llevar el amor y la esperanza de Cristo a situaciones imposibles a través de la predicación del evangelio, con un mandato que nos lleva a hacer todo lo que esté en nuestra mano para traer ayuda y soluciones a un mundo necesitado. Una iglesia cuya cabeza es Jesús, cuya ayuda es el Espíritu Santo y cuyo enfoque es la gran comisión.

— Pastor Principal Brian Houston, 2014