Un experto de la ley, cuando quiso poner a Jesús a prueba, le preguntó cuál era el mandamiento más importante. En la cultura judía de aquella época, existían más de seiscientos mandamientos a seguir. Pero el punto más importante de la respuesta de Jesús no fue convencer a aquellos que querían probarlo, sino traer una claridad eterna sobre nuestro principal llamado como sus seguidores. Del enfoque que se les daba a los cientos de mandamientos que existían, Jesús dijo que lo más importante era amar a Dios y amar a las personas.
Cuando pensamos en todo lo que hacemos como iglesia, semana tras semana, la cantidad de horas invertidas en cuidar de las personas, la excelencia dedicada en todos los equipos y las áreas, vemos que todo esto se resume en los dos mandamientos más importantes que Jesús nos ha dejado: Amar a Dios y amar a las personas.
Nuestro amor entonces es expresado a través de nuestra excelencia, de nuestro sacrificio, de nuestra visión, de nuestra generosidad, de nuestra fe y de nuestra calidez. Si todo lo que hacemos no es por “amar a Dios y amar a las personas”, hemos perdido el enfoque que Jesús nos llamó a tener.
Cuando miras tu vida, ¿será que puedes verla a través del propósito de ‘amar a Dios y amar a las personas’?