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Creyendo por Milagros

Jun 6 2017

Marcos 5:25-34

Había entre la multitud una mujer que hacía doce años padecía de hemorragias. Se acercó a Jesús por detrás y le tocó el borde del manto, pensando: «Si al menos logro tocar su manto, quedaré sana». Al instante cesó su hemorragia, y se dio cuenta de que su cuerpo había quedado libre de esa aflicción. Al momento también Jesús se dio cuenta de que de él había salido poder, así que se volvió hacia la gente y preguntó: —¿Quién me ha tocado la ropa?
—Ves que te apretuja la gente —le contestaron sus discípulos—, y aun así preguntas: “¿Quién me ha tocado?” Pero Jesús seguía mirando a su alrededor para ver quién lo había hecho. La mujer, sabiendo lo que le había sucedido, se acercó temblando de miedo y, arrojándose a sus pies, le confesó toda la verdad. —¡Hija, tu fe te ha sanado! —le dijo Jesús—. Vete en paz y queda sana de tu aflicción.

 

¿No es fascinante? Para la sociedad de la época, esta mujer era impura a causa de su circunstancia y, por lo tanto, debía ser marginada y arrebatada de toda esperanza. Sin embargo, aquí la vemos metida de pleno entre la gente, dispuesta a arriesgar hasta su propia vida por tocar a Jesús. ¿Cuán grande era su desesperación y, a la vez, su fe para tener las agallas de hacer algo considerado un auténtico sacrilegio? Sin embargo, Jesús la llamó Hija y, por la fe puesta en Él, su vida se llenó de la verdadera paz. Hoy, cree que si Jesús lo hizo por ella, también lo hará por ti. ¡Sé valiente y corre hacia sus brazos!