Marcos 2:1-5, 10-12
Unos días después, cuando Jesús entró de nuevo en Capernaúm, corrió la voz de que estaba en casa. Se aglomeraron tantos que ya no quedaba sitio ni siquiera frente a la puerta mientras él les predicaba la palabra. Entonces llegaron cuatro hombres que le llevaban un paralítico. Como no podían acercarlo a Jesús por causa de la multitud, quitaron parte del techo encima de donde estaba Jesús y, luego de hacer una abertura, bajaron la camilla en la que estaba acostado el paralítico. Al ver Jesús la fe de ellos, le dijo al paralítico: ―Hijo, tus pecados quedan perdonados. Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados —se dirigió entonces al paralítico—: A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. Él se levantó, tomó su camilla en seguida y salió caminando a la vista de todos. Ellos se quedaron asombrados y comenzaron a alabar a Dios.
¡Qué bueno que el hombre paralítico tenía unos amigos así! Ellos estuvieron dispuestos a llevarlo ante Jesús y hasta a pasar por lo que hiciera falta por traerlo ante la única persona que podía sanarlo. Todos necesitamos ser ese tipo de amigo, ya que hay personas a nuestro alrededor que necesitan milagros en sus vidas. Conviértete hoy en ese tipo de amigo. ¡Mantén tus ojos abiertos para ver las oportunidades de usar tu fe a favor de otros!